martes, 19 de agosto de 2014

Trescientos Setenta y siete días

Anto,
Hace exactamente trescientos setenta y seis días que te vi por primera vez, y no es que lleve la cuenta en una libretita, al mejor estilo de presidiario, donde de cada cuatro rayas verticales paso una horizontal y voy de cinco en cinco contando los días que te elijo y me seguís eligiendo. Sucede que, un día revisando los mensajes de mi teléfono para hacerme de más espacio para música, me encontré con el primer mensaje que nos mandamos, y era ese, donde coordinábamos si nos veríamos esa noche, la primera noche, aquella que de todas maneras, hubiese sido fácil recordar, jugaba Peñarol vs Cobreloa, había perdido Peñarol y quedamos afuera de la copa Libertadores.

Noche que se podría decir, comenzó complicada con el partido, pero que a base de conversaciones y alcoholes estimulantes, donde echábamos la culpa a sindicatos del actual estado de la educación, íbamos conociendo nuestra forma de pensar. Noche donde había una amiga tuya acompañándote y como queriendo cuidarte del lobo feroz que acababa de cruzar la puerta, se puso la camiseta del gremio y me cobró todas, o casi todas, offside.

Noche que tampoco fue mágica, lo que se dice mágica-mágica, vendría meses después. Pero tampoco fue una noche para el olvido, yo a veces pienso, como jugando, como haciendo prueba de la salud de mi corazón, y me imagino si esa noche cuando llegamos a la esquina de tu casa, en lugar de sentarnos en la intemperie a tomar cerveza del pico, abrigados por el frío polar y el banco de hormigón , que a esa altura de la madrugada parecía de hielo, nos hubiésemos despedido, sin cerveza, sin cola fría, sin manos heladas, y sobre todo, sin los besos que me negaste.

Me lo pregunto, me lo imagino, y enseguida me digo "no, no", si, si, por que no es algo que todos, o todas soporten, en lugar de hacerme pasar, me comí tres horas al frío de Agosto, sólo para saber cuál otro secreto traías escondido, solo para averiguar más de vos.

Hoy hace trescientos setenta y seis días que te vi por primera vez y me negaste el primer beso, y me lo negaste sólo para ser vos quien diera el primer beso, y no yo quien te lo robara, solo para demostrarme que a una dama no se le niegan los besos, solo para mostrarme quien eras y hasta donde me dejabas ir.

Y esa, mujer dura, firme, intachable, que me iba a hacer transpirar cada beso, es la mujer que me elige día a día, y la misma que con el paso de los días fui aprendiendo a querer, hasta darme cuenta que ya era parte de aquello que alguna vez yo había imaginado como lo más cercano al ideal de compañera para toda la vida.

Esa misma vos, es la que me dice que me ocupe antes de preocuparme, la que me detiene los delirios innecesarios de grandeza, y me alimenta los sueños de ser gigante, la que sabe que soy un niño cuando veo una pelota y un hombre cuando hay que serlo, a veces también atrás de una pelota. La que ríe enamorada de mis celos inexplicables de mamotretos del pasado. La misma que me permite caminar a su lado y crecer con experiencias que se viven de a dos, por que de a dos es mucho mejor. La que me comparte su vida. A la que le comparto mi vida.

Capaz que mañana mis historias sensibleras y de humo rojo no son suficientes, capaz que mis poesías para amanecer no te llenan los ojos de lágrimas, capaz que me dejas de elegir por mis pelos ingobernables o mi caminar rengo después de cada partido, capaz que te cansan mis días de apagón, capaz que nada de eso te preocupa, por que te ocupas de elegirme y hacérmelo saber cada mañana, aunque me levante sacando espuma por la boca.

Me faltan palabras para decirte cosas que te podría decir con una mirada, ponerte incómoda en un segundo y que me preguntes <<¿Qué me mirás?>>, así que ya lo sabés, cuando te miro así, es por que te digo todas esas cosas que ni en cuarenta cartas sería capaz de traducir en palabras, por eso, aunque me quede corto, te quiero, pero no como el primer día, te quiero como aprendí a hacerlo a lo largo de estos trescientos setenta y seis días, y eso es mejor que como el primer día, por que hay trescientas setenta y seis razones, excusas, y más, seguramente más, para quererte. Y me encanta quererte.

Perdón, ahora hay trescientas setenta y siete.

Nos vemos en casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario