lunes, 28 de abril de 2014

Desvelado

No me preocupaba mi soltería, al menos no en este momento de mi vida. Había batallado contra el sentimiento de soledad luego de mi divorcio, ese sentimiento que los domingos soleados de primavera igual te hace sentir vacío y los días grises lluviosos son en realidad oscuros, donde la sensación de necesidad de diálogo es imperante y las paredes se arañan de solo mirarlas. Batallé hasta las últimas hiladas de respiración que la soledad me pudo ofrecer como resistencia, fría y aburrida se las tuvo que ver con los poderes de mi terapeuta, que en cuestión de año y medio me supo ayudar a encontrar el camino del conocimiento personal. Si bien ahora no me conocía al cien por cien, tenía aún más claras determinadas cosas, como por ejemplo, eso de preferir estar mal acompañado antes que disfrutando la soledad, la soltería y toda la libertad que ella nos brinda.

De esa manera, soltero y libre estaba afrontando mis días, y mis noches. Me había convertido con el tiempo, en un cazador furtivo y a la vez selectivo. Ya ni siquiera apuntaba a presas donde no me sentiría a gusto a posterior, o aquellas donde tuviese que inventar demasiadas cosas para hacerla sentir mejor, ya no lanzaba ráfagas de balas donde curaba todo herido. Ahora elegía a que mujer iría a seducir, en el día o en la noche, en el trabajo o en fiestas, atacaba impaciente caían.

Esta noche sin embargo, me había encontrado con la horma de mi zapato, una muchacha a la que había conocido saliendo de su trabajo en uno de los barrios más yuppies de la ciudad, donde las calles flechadas están organizadas de manera que los habitantes de los edificios de apartamentos, salgan del garaje con su coche por la derecha y reingresen nueve o diez horas más tarde, por la izquierda. Trabajaba en lo que parecía ser un estudio contable, lo cual supuse que sería una presa fácil, pero mi sorpresa fue grata y desafiante al rechazarme el piropo ni bien le hablé. Sería injusto conmigo mismo decir que le espeté una ordinariez, siempre intento destacar algunas de las prendas o accesorios con los que visten de forma positiva. Esa vez solo funcionó para recibir un <<si me querés invitar a tomar un café, solo tenés que decirlo>>. Así que sin mediar más infortunios de la palabra seductora, redoblé la apuesta y dije <<¿qué tal unos Jack Daniels?>>. Le dibujé una sonrisa en la comisura de sus labios. Aceptó.
Cerca de su lugar de trabajo conocía todos los sitios donde podíamos ir a tomar Jack Daniels, los tuburios y los más elegantes, así que decidí bien y fuimos a uno “mitad de tabla”, donde comimos algo, conversamos sobre nosotros, bebimos y sobre las diez de la noche fuimos por el café a mi casa.

Decidió irse sobre la una de la mañana sin que le hubiese tocado un pelo, la conversación se tornó intensa, debatimos sobre el mundo en general, la vida de los demás seres humanos, los errores de otros, algunos vestigios de los propios y el reloj se puso insoportable para volver a su casa y concurrir a trabajar al otro día. Me ofrecí llevarla pero prefirió llamar un taxímetro, así que se lo gestioné, llamé a mi amigo Larry que siempre está rondando la zona donde vivo, la pasó a buscar y me confirmó que llegó sana y salvo a su hogar.

Sin dudas que me dejó pensando en toda la noche que había vivido de ese encuentro casi casual, digo casi por que fue casual el encuentro y causal de lo posterior, la invitación que realicé. Me dejó pensando por que no fue una conquista más de esas que sirven para completar un álbum de figuritas sin sentido, el cual sólo me servía para acumular experiencia y rápidas resoluciones en menesteres del amor. Si bien no es poco, después de haber vivido esa noche con Ángela, temí que aquella libertad y soltería que tanto profesaba fuese a dar a la basura, porque mis conceptos sobre las personas y hasta donde pueden hacernos vibrar había tambaleado.

Apagué las luces de mi casa, tranqué todas las puertas y me fui a la cama por un sueño reparador. Lo último que recuerdo antes del timbre, fue ver la ventana de mi dormitorio mecerse con la suave brisa primaveral, contorneo que aludía al danzar de una mujer, y que me fue envolviendo en un sueño profundo.

Derrepente el sonido del timbre insistentemente, golpes sobre madera y yo pidiéndole a quien me acompañaba, que se encargara de los ruidos, que me estaban molestando, que así no podía pensar ni razonar. Entonces desperté sobresaltado e inmediatamente salí de la cama, volvió a sonar el timbre durante tres segundos y entendí que algo había pasado, me imaginé que podía ser Ángela golpeando y timbrando, habían pasado unos minutos desde que me había dormido, miré el reloj sobre la estufa de leña de la sala de estar y acusaba que habían pasado noventa minutos. Vi que algunas luces alumbraban por las ventanas del frente y sentía el ladrido de al menos dos perros, abrí la puerta y escuché un grito de hombre <<¡Está abriendo!>>.

No pude detener la puerta, una fuerza del exterior mantuvo mi brazo en movimiento hacia mí, el borde de la puerta me golpeó la cabeza y tastabillé dos o tres pasos hacia atrás, cuando me quise incorporar, en calzoncillos y de torso descubierto, vi cuatro puntos luminiscentes rojos sobre mi pecho, <<Policía, estese quieto que nos tiene que acompañar, ¿me entendió?>> gritó una voz grave a la vez que salivaba como un desodorante de ambientes sobre mi cara el mal aliento a cigarrillo. Asentí en el suelo sobre mis rodillas, me esposaron con los brazos a la espalda, y así, completamente descubierto me sacaron ante todos mis vecinos, alumbrado por un foco alógena que parecía un seguidor del teatro más moderno de broadway, alguien apoyo su mano sobre mi nuca, me bajó la cabeza y me tiró en una zambullida al asiento de atrás de un patrullero.

No pude divisar a nadie, seguramente todos mis vecinos estaban mirando la situación, grité por mis derechos, sentado solo en la parte trasera de un auto, mientras un policía raso de bajo nivel intelectual solo me gritaba <<¡tranquilícese masculino!>>. Me llevó a un edificio en el centro de Montevideo, tres cuadras antes de llegar había apagado las luces y sirenas y comencé a dudar de lo legal de la situación, comencé a pensar que era un secuestro. Me tranquilizó en algún punto ver que el ingreso en la puerta era oficial y que tenía todos mis documentos, que además estaba relatando los hechos al oficial que nos recibía en la puerta y sobre todo, que le dijera <<traigo a este masculino para que interroguen>> al guardia, una vez me bajó del auto y me hizo caminar por pasillos grises e interminables.

Me metió en una sala de espera que guardaba el aspecto de la sala de urgencias de un hospital del montón y me dejó allí solo, semidesnudo y acompañado de una manta que se me caía y con las manos aún esposadas a la espalda no podía retener más que a la altura de mi cintura. Al sonar una alarma se encendió una luz roja sobre la puerta que estaba a mi derecha, me dolía la cabeza y mantuve los ojos cerrados mientras el sonido maltrataba mis tímpanos, me tomaron del brazo dos personas, me quitaron las esposas y me hicieron pasar a una sala de interrogatorios de aspecto clásico, así como en las películas. Dos espejos que ocupaban media pared, uno frente a mí y el otro detrás de mí, la mesa de metal clavada al medio de la habitación, de un lado dos sillas y del otro lado una sola, sobre la mesa y en medio de ella, una jarra con tres vasos. A diferencia de otras entrevistas, yo iría del lado de una silla, y quienes fuesen a mandar se sentarían del lado de las dos sillas, así que fui derecho a tomar asiento. Siempre pensé que la aprensión de las esposas no sería para tanto jadeo, pero mis manos aún tocaban las muñecas dañadas por lo apretadas que me las habían puesto, había sido apenas un rato y aun sentía el metal tocándome los huesos. Me serví un vaso de agua y esperé a que alguien ingresara a la sala. Al cabo de diez o quince minutos, es difícil de precisar, un policía común y corriente, menos raso que el chofer debo decir, ingresó con una máquina de escribir Olivetti de color rojo, reí en voz alta y pareció molestarlo, su mirada incisiva se clavó en mí e hice silencio temiendo meterme en un problema mayor.

Tomó asiento, depositó la máquina de escribir sobre la mesa y frente a él, le puso una hoja, corrió el reel para empezar a escribir del extremo izquierdo más lejano del medio de la hoja y llenó el papel con preguntas que no suman puntaje en los exámenes. Nombre, edad, peso y demás. Al cabo de algunos minutos tomándome datos personales comenzó con un interrogatorio más incisivo.
-          La última vez que lo vi fue hace diez años en una reunión de trabajo. El tipo había aparecido con ideas de carácter innovador que pretendían derribar paradigmas que nadie cuestionaba, ideas para negocios que le dejarían posicionado a él y a la empresa como líderes en el sector.
-          ¿Y qué paso?
-          Y pasó lo de siempre… las ideas innovadoras no son escuchadas por los gerentes generales que se creen más inteligentes o creativos que el mismísimo Steve Jobs. Eso de la envidia ¿vio?
-          No, no vi. ¿Y las ideas?
-          Bueno, no sé, son cosas que hoy por hoy ya están instauradas en el mercado, son aceptadas y la gente las usa. No tengo mucha idea quién las propuso, pero supongo que no fue el.
-          ¿Supone o lo sabe?
-          Lo supongo, no tengo forma de saberlo.
-          ¿Y las ideas?
-          ¿Qué pasa con las ideas?
-          ¿Cómo que pasa? Quiero saber ¿de que trataban esas ideas tan innovadoras?
-          Mire, en su momento, como todos los empleados, firmamos un documento de no divulgación de lo que se realizaba dentro de la empresa, el documento tiene validez mientras yo siga trabajando allí dentro y por cinco años una vez mi cese de relaciones con la empresa cualquiera fuese el caso, renuncia o despido, así que dada mi situación actual no le puedo revelar absolutamente nada, espero sepa entender.
-          Ah muy bien, pero supongo que el contrato no le habilita a evadir a la justicia, cargo del cual puede ser acusado en este instante.
-          Me gustaría que viniera mi abogado y me dijera porque razón me han traído con tanto apremio al interrogatorio, todavía no me dijo la razón y solo sé que tiene algo que ver con Villar.
En ese momento una puerta a mi costado se abrió y apareció lo que parecía ser otro oficial de policía, fumaba un marlboro, y tenía el rostro afeitado, aunque denotaba que el crecimiento de su vello facial era rápido, mostraba el color grisáceo de la barba recién crecida en su cara. Me miró con cierta extrañeza, con las cejas fruncidas y los ojos oscuros, exhaló el humo en mi sentido con disgusto y cerró la puerta a sus espaldas, tomó una silla de metal la cual arrastró por el piso de mármol, haciendo que los dos materiales chillaran al rozarse y se sentó al lado del oficial que me estaba realizando el interrogatorio.
-          Así que querés ver a tu abogado… - me dijo mientras el humo salía de su nariz -
-          Y es parte de la ley, ¿no?
-          Es tan parte de la ley como la prohibición de fumar en espacios públicos y cerrados, ya ves lo que me importa.
-          Si pretende asustarme con su abuso de poder, no lo va a conseguir.
-          No pretendo asustarte chiquito…
Se detuvo un segundo mientras terminaba el cigarrillo, con la mano derecha se acomodó la cabellera enrulada peinándosela hacia atrás con moderado éxito, dejando que un mechón de rulos le cayera, dejando al mechón reposar sobre su frente, haciéndole sentir un actor de películas, lo cual parecía no molestarle en absoluto. Parecía más un tick nervioso, un acto reflejo, que una necesidad real ante la supuesta molestia del cabello. Unió sus dos manos en forma de puño sobre su boca, el cigarrillo que acusaba tres o cuatro caladas de vida sobresalía entre sus dedos y chimeneaba el final de su vida.
-          Mirá Márquez, podemos hacer las cosas fáciles o…
-          Difíciles – interrumpí su trillada oración – Así que usted es el policía ma... – me interrumpió él –
-          A las dos de la madrugada no tengo ganas de pendejos inteligentes, no soy el policía malo, Detective Washington Lano – y sacó su placa apoyándola sobre la mesa al lado de su arma reglamentaria, la que había sacado al unísono que la identificación – El Señor Villar está desaparecido, y se llevó consigo a alguien importante, la única persona que logramos conectar con él, sos vos.
-          Pero ya les dije que la última vez que lo vi fue hace diez años, reconozco que me ha enviado emails durante estos diez años, pero han venido reduciéndose a uno cada dos o tres meses, el último creo que es de Abril.
-          Hace entonces siete meses que te contactaste con él, ¿Qué quería?
La voz afónica del Detective Lano parecía además de paciente, de confianza, por lo que me dejé de juegos sobre mi integridad y me dispuse a hablar.
-          Mire Lano, Villar siempre estaba con ideas, era todo lo que hacía, intentar crear ideas , de las revolucionarias y de las no revolucionarias, de las “más de lo mismo”, las vendía al mejor postor y trabajaba desarrollándolas hasta que tomaban vida, ahí abandonaba su trabajo y se ponía a pensar otras ideas para seguir vendiendo.
-          Esa última vez que lo viste hace diez años, ¿qué pasó?
-          Apareció de la nada a presentar dos ideas que cambiarían la forma de ver pornografía por internet, listo, es eso.
-          Así que en su empresa se dedicaban a la pornografía por internet, sabe que en este país eso no es legal, ¿cierto?.
-          En la empresa solo recibíamos fotografías y videos generados en el exterior, Estados Unidos, España, Eslovenia, cualquier país donde el porno fuese legal. Las retocábamos lo suficiente para eliminar impurezas y las poníamos a disposición del miembro del área privada, básico, simple, exitoso.
-          ¿Cómo se podía asociar una persona al área de miembros?
-          De la misma forma que usted compra un par de botellas de whisky en el supermercado a fin de mes, con tarjeta de crédito. Al llegarle el estado de cuenta y su deuda solo figuraría “servicio de internet por suscripción”, para evitar problemas con las esposas de los clientes.
-          Perfecto, ¿y en qué consistían las ideas de Villar?
-          ¿Esto va a quedar entre usted y yo verdad? No quisiera perder mi trabajo.
-          Mira Márquez, si no hablas vas a perder otras cosas…
-          Villar proponía que el porno dejara de verse por un computador, que comenzara a verse en los celulares, y que los sistemas de pago se hicieran directamente desde los celulares, para cuidar la privacidad del cliente aún más.
-          Interesante…¿y que problema tuvo con esas ideas? Hoy por hoy hay porno en cualquier celular y se puede pagar hasta el taxi con los celulares.
-          En ese momento los celulares con pantallas en las cuales se podía ver videos eran pocos, los smartphones como los conocemos hoy en día eran para un sector exclusivo del público y el iphone, el aparato que revolucionó el mercado de los dispositivos móviles, no saldría a la luz hasta cuatro años después.
-          Por lo cual estaba adelantado al menos
-          Cinco o seis años –interrumpí – El tipo no sé si era un genio “a-la-einstein”, pero tenía una visión de negocios que a Jobs le hubiese gustado escuchar, investigaba mucho y cada idea que presentaba tenía bases sólidas, digamos que no todas eran revolucionarias, pero eran realizables, algunas interesaban más que otras.
-          ¿Y qué paso con estas dos ideas en particular?
-          Dos gerentes comenzaron a reírse de él en medio de la presentación que realizaba, yo estaba presente, al igual que otras diez personas y no me sentí nada cómodo.
-          ¿Quiénes eran los gerentes?
-          Los hermanos Menchaca, Martín y Jorge.
-          La empresa de ellos hoy en día es líder en pagos móviles, si no me equivoco, y además tienen una rama que se dedica a la venta de contenidos por internet, entre ellos el porno, ¿estoy en lo correcto?
-          Así es, veo que lleva con honor el título de Detective.
-          Vivo de esto Márquez, decime, ¿y vos que hacés ahí?
-          Yo soy diseñador, retoco fotos, creo los sitios para móviles y computadoras, me encargo de algún sector del marketing y he tenido participación destacada en determinados proyectos, algunos de los cuales estaba metido Diego.
-          Trabajaron en los pagos por celular y la plataforma porno para móviles juntos…
-          No, -interrumpí la afirmación del detective – justamente en esos dos proyectos ya hacía cuatro años que Diego no pisaba la empresa y solo mantenía contacto con el vía email.
-          ¿Él se enteró de que trabajaban en esos proyectos?
-          Por mi jamás, ya dije que tengo un contrato de no divulgación, tienen nuestras computadoras intervenidas, saben todo lo que entra y sale de ellas.
-          Así que la empresa trabajó a las espaldas de Villar en sus dos ideas.
-          No tengo idea, yo creo que algo le deben haber pago, pero él nunca estuvo en esos dos proyectos, después que salieron a luz dejó de enviar emails hasta cerca del 2011, invitándome a juntarnos, contándome que tenía un par de ideas para hacer juntos.
-          ¿Y lo fuiste a ver?
-          No, le dije que hace diez años no lo veo, diez años son diez años, no dos. No tengo problemas en darme cuenta del tiempo que pasa.
-          Parece que perdés la paciencia.
-          Y si me pregunta tres o cuatro veces lo mismo, usted no parece ser una persona con problemas seniles.
-          Tengo que verificar su coartada a toda hora.
-          Me sacaron de mi casa en pijamas, tuve que pedir permiso para vestirme, dejé todo abierto y hace un frío de cagarse, y perdón por la palabra, pero ni usted nadie me dice un carajo lo que estaba pasando.
-          Márquez calmate, parece que Villar secuestró a la Hija de Martín Menchaca, ¿Suficiente información por un día?

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