martes, 7 de octubre de 2014

Así si.

Sentado tras su escritorio, rellenaba la libreta docente con información pertinente a cada alumno mientras éstos trabajaban en silencio. Aprovechaba ése momento de trabajos prácticos para rellenar el documento que después leerían los administrativos y opinarían sobre cómo dictaba la clase, y si se preocupaba por ellos.
En el momento en que comenzaba a rellenar el espacio donde expresa el diagnóstico del grupo, apoyó la birome sobre el renglón y pensó <<Los mataría a todos>>. Sin darse cuenta que uno de los alumnos más molestos, estaba a punto de reventarle un teclado en la cabeza a otro de los de peor conducta, sin darse cuenta tampoco, que había escrito lo que había pensado.
Un grito de dolor se escuchó en el aula y levantó la vista, dejó todo en su escritorio y se levantó de un salto para detener a los alumnos que se pegaban incesantemente con el teclado en la cabeza. Su paciencia estaba terminada desde hacía años, ya no quería dar clases en un sistema que incluía a cualquier inepto bueno para nada en las aulas. Tomó de un brazo a uno de los alumnos y le quitó el teclado sin mediar palabra. Los ojos del alumno estaban ardientes, los del profesor estaban inundados en sangre, el alumno atinó a pronunciar una palabra algo así como <<él empezó>> y el profesor le interrumpió su objeción, propinándole un golpe en la boca con el teclado. El alumno escupió dos dientes al suelo, un hilo de sangre colgaba de su labio inferior y los ojos, ahora cargados de lágrimas miraron incrédulos al docente buscando una explicación.
Los restantes compañeros guardaron silencio mientras la escena se apoderaba del momento, el compañero que había recibido los primeros golpes levantó su cabeza que había dejado contra la mesa del escritorio cubierta por sus antebrazos y antes de decir nada se cubrió nuevamente con sus manos, un golpe venía con inminencia de aterrizarle en su rostro. La velocidad del docente superó por varias décimas de segundos al alumno y éste cayó hacia atrás de la silla.
Dos alumnos que perdían sangre, uno que chorreaba el espeso liquido negro de la nariz y otro que con las manos intentaba detener el sangrado de la boca, veinte alumnos que miraban incrédulos al docente, que no entendían nada, o más bien entendían todo y no querían tener nada que ver con ese profesor, que ya enardecido, sentía que el oxígeno se había convertido en fuego, le quemaba las fosas nasales, los pulmones, y los brazos comenzaban a temblarle. La adrenalina se había apoderado de su raciocinio, amagó otro golpe al alumno que sangraba por la boca y éste subió las palmas de sus manos emitiendo un sonido gutural parecido a un <<espere >>. Cuando bajó las manos volvió a sorprenderle con un golpe directo en la nariz, con el canto del teclado que perdió varias teclas y sorprendentemente no se partió al medio. Con el mismo vaivén que traía del golpe al alumno que ahora yacía en el suelo y sangraba por la boca y la nariz, le aterrizó otro golpe al que sangraba por la nariz, sin darle tiempo siquiera a reaccionar, dejándolo caer desmayado, nuca contra el suelo. Partió el teclado contra la mesa del escritorio, las teclas y la sangre invadieron el aula y su camisa, cayó en la cuenta de que sería presa del linchamiento público, así que inmediatamente se subió al pedestal del docente y por fin habló.

- Así se pega un tecladazo, ¿alguien más quiere probar?
Todos miraron en silencio sacudiendo sus cabezas en señal negativa, por lo que el profesor continuó.
- Muy bien, ¿alguien vio algo?
Nadie dijo nada, todos de ojos abiertos como monedas de plomo le miraban esperando obtener una respuesta, así que sin mediar más silencio del necesario, prosiguió.
- Lo que sucedió, fue que estos dos subnormales se comenzaron a pegar mientras salí un minuto al baño, y cuando volví me encontré con éste espectáculo, ¿Queda claro?.
Todos dijeron por fin al unísono <<Si profesor>>
- Así me gusta – dijo el docente y continuó con la clase de manera normal mientras los dos alumnos vapuleados, habiendo aprendido una lección para toda la vida, poco a poco se incorporaban en sus asientos y guardaban silencio, mientras el docente terminaba la clase. -

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