lunes, 19 de agosto de 2013

Despertar

El sonido de alarma de central nuclear se colaba en su cabeza insistentemente, abrió los ojos dejando salir un suspiro descontento, con los puños semi cerrados se refregó la vista y dio un giro en su cama enrollándose involuntariamente con las sabanas y el edredón de plumas, sacó el brazo derecho con un poco de esfuerzo, lo estiró hacia la mesa de luz y apagó el teléfono móvil que denunciaba las seis de la mañana con el molesto sonido de la alarma.

<<Que buen sonido que elegí>> pensó mientras apagaba la alarma y fijaba su vista en el techo.
El viernes entraba en el calendario, el horario de invierno condicionaba la salida del sol hasta entradas las siete de la mañana, una ventana de frente a los pies de su cama ‘’queen size’’ casi distendida al completo permanecía con las cortinas abiertas, su dormitorio enfrentaba el parque Prado regalándole un ventanal del piso al techo con una vista privilegiada del lugar, vivía en el único edificio de quince pisos que existía en ese barrio, y si bien la majestuosa vista del entorno bendecía la elección que había tomado años antes en el momento en que alquilaba el lugar, el frío dominaba la habitación y le hacía recordar la prohibición que se había impuesto al hecho de abrir las ventanas y respirar el renovado oxígeno que regalaba el Prado por las mañanas. Su apartamento estaba en el piso doce y las ráfagas de viento constantemente pedían entrada por las rendijas de las ventanas y puertas con una furia propia de temporal. Ni bien se había mudado al apartamento aquel verano años atrás, los furiosos silbidos eólicos de las brisas cálidas en las noches de enero, alertaron su sentido de supervivencia al invierno y enseguida pensó en convertir el lugar en hermético. Se había esmerado en llenar las aberturas de burletes de polifon para mantener el sitio lo más aislado posible de la temperatura exterior.

En su dormitorio, aún descansaba sobre su cama con las sabanas cubriendo hasta su cuello, miró hacia la derecha y fijando la vista en las puertas espejadas de su ropero, pensaba en la ropa que elegiría para el final de la semana laboral mientras hacía un rápido repaso sobre los movimientos a seguir antes de salir de su hogar. En un acto de valentía encendió el televisor en un canal de noticias que acostumbraba a ver antes de irse a trabajar, terminó de desenrollarse las sabanas y con su mano derecha removió la ropa de cama dejando que el gélido ambiente se posara en sus piernas desnudas. Se sentó al borde del somier y enseguida sintió el punzante dolor de cabeza que llega después de una noche de alcohol barato, <<Ay! Que hijo de puta!>>.

 Recordó la marca del whisky que había tomado la noche anterior, recordó que había tomado en abundancia, aunque no pudo precisar la cantidad. Enseguida, en un acto reflejo se incorporó al lado de su cama y como si aún la borrachera le durase se fue zigzagueando de su dormitorio, tomó de camino una salida de baño que siempre dejaba sobre la silla donde tiraba la ropa antes de irse a dormir, al llegar a la puerta de su dormitorio, con las plantas de los pies heladas y la piel de sus piernas erizadas del frío se calzó las pantuflas y siguió su camino hasta el baño.

Abrió la puerta y encendió la luz, dio una rápida mirada a su rostro en el espejo y sacudió la cabeza desaprobando su aspecto matinal, giró sobre sus pies y quedó de frente a la ventana del baño, se tomó del marco de madera y miró el anunciante día, comenzaba a ver el amanecer en un cielo de nubes avainilladas que la saludaban con más amor del que ese día invernal estaba dispuesto a ofrecer, pensó que era una hermosa imagen digna del verano, se dejó llevar por la sensación de que el clima en el exterior de su casa era agradable, cuando su rodilla tocó los azulejos blancos de la pared, cayó en la realidad de que el invierno demoraría un par de meses más en abandonar el país. Abrió la mampara de vidrio templado de la ducha a la derecha de la diminuta ventana del baño y reguló las canillas para que la ducha comenzara a templarse, cerró la mampara y comenzó a quitarse la poca ropa que llevaba puesta mientras miraba su figura en un espejo de cuerpo entero que descansaba sobre una mesada de mármol beige y a los costados tocaba el piso, <<los espejos son para verse el cuerpo entero, a la mierda con los pequeños botiquines para lavarse los dientes>> pensó. Cuando pudo ver el vapor salir por encima del cubículo de vidrio, abrió la puerta y con la punta de los dedos de los pies tanteó que el agua estuviera en la temperatura adecuada, confirmando la agradable sensación de tibieza, se metió bajo la lluvia a dejar que el agua caliente terminara de hacer el trabajo de recuperación que precisaba esa mañana.

Su cuerpo comenzó a sentir el calor del agua bailando por su piel, piel que hacía minutos permanecía sufriente del frío y con los pelos de los brazos como los de un felino que se siente amenazado, ahora dejaba entrar el temple del agua para volver a una temperatura corporal agradable. Mientras pensaba e intentaba conectar los recuerdos de la noche que acababa de terminar hacía apenas cuatro horas, lavaba sus dientes con vehemencia y enjuagaba su boca con el agua de la ducha, pasó su lengua por los dientes y los sintió esmaltados, tomó el jabón con crema y comenzó a frotar sus piernas suavemente, sentía como los poros de su piel agradecían la suavidad de la barra de jabón y la temperatura de agua, le gustaba tratarse bien bajo el agua, sentía como podía concretar sus deseos más íntimos con la simpleza de un jabón recorriendo su atlético cuerpo, el agua caliente barriendo las impurezas y el vapor del baño que trabajaba para coronar un clima ideal que parecía despertar esa mañana, todas sus fantasías.

Tomó el champú y apretó el pomo hasta que una cantidad acorde a lo necesario llenó el hueco de la palma de su mano y comenzó a frotarse su larga cabellera rubia, masajeó su cabeza con delicadeza y el cuero cabelludo cosquilleaba como agradeciendo la suavidad con la que le trataba, la espuma que se generaba en su cabeza caía y junto al rumor del agua, comenzaba a formar un claro remolino en el desagüe, permanecía con los ojos cerrados para evitar el ardor del producto, y encontró la oscuridad del momento ideal para acentuar la particular excitación que estaba sintiendo esa mañana. Mientras enjuagaba su cabeza, sus manos comenzaron a recorrer lentamente su cuerpo, se quiso dejar llevar por las emociones que no había sentido la noche anterior y ahora venían a cobrarle factura, fue bajando sus manos con suavidad por su frente, sintió la suavidad de sus pómulos y mejillas, el mentón que se elevaba al cielo y daba paso a un cuello que parecía querer estirarse más de lo fisiológicamente posible, su imaginación estaba rompiendo cadenas, sus manos bajaban por su pecho y como era de esperar, sintió sus senos firmes y enardecidos, sus pezones duros y erectos, la tentación invadió sus pensamientos y les dio un pequeño pellizco que acrecentó su notable excitación, usando sus dedos como pinzas retorció simultáneamente ambos pezones y un gemido se escapó con voz quebrada, supo que el camino esa mañana era solo de ida y se dejó remontar vuelo. Con una mano cruzó el camino de su pecho tocando sus senos y mantuvo sostenido uno de sus pezones, con el otro brazo bajó lentamente recorriendo su plano abdomen que delataba la respiración acelerada, cada una de las yemas de los dedos tocaba un punto débil en su panza, su excitación era tal que cualquier caricia gentil hacía viajar su mente entre los diferentes hombres con los que había mantenido relaciones y como buscando el ideal, aquel al que le regalaría ese orgasmo matutino, dejó que su mente cambiara de foto tanto como los altibajos que comenzaba a experimentar en la montaña rusa de su mente que parecía no tener fin. Para cuando sus manos llegaron a su vagina, palpó la suavidad de su piel, sus dientes mordían sus labios, gustó de la sensación, era un premio a los años depilándose y la humedad del interior de su sexo se pegó en la yema de sus dedos, que comenzaron a dibujar círculos con su clítoris, a penetrarla con movimientos gentiles hasta que se sintió dilatada y frenéticamente comenzó a mover sus dedos para darle paso al éxtasis, su cuerpo entero funcionaba solo y cada pedido que hacía era satisfecho por sus hábiles manos que no dejaban de moverse en zigzag sobre el ardiente clítoris, los gemidos le eran incontrolables, deseaba la lujuria que sentía esa mañana, su cuerpo estaba cobrándose la nefasta noche anterior, sus manos eran la herramienta que convertían aquella fría mañana invernal en un volcán con lava ardiente que recorría cada recoveco de su cuerpo, dejó que su equilibrio se perdiera y apoyó el hombro contra el frío de los azulejos.

Por un segundo olvidó todo, el dinero derrochado, el dolor de cabeza, el borracho imbécil con el que había salido la noche anterior, el trabajo, las cuentas, todo.
Los parpados se cerraron para que sus ojos se fueran a investigar el interior de sus pensamientos, un rayo de luz se encendió en su imaginación, a pesar de la alta temperatura del baño su cuerpo tembló en un sacudón, se erizó y dejó de erizarse, en cinco segundos una sonrisa se dibujaba en su rostro, la punta de su lengua tocaba el labio superior y cuando volvía a guardarse en su boca, sus dientes daban un pequeño mordisco de placer en su labio inferior, sus ojos permanecían cerrados, ahora su mano, la misma que segundos antes pellizcaba sus pezones, se tomaba la frente y una risa de placer dominaba el ambiente, sintió un escalofrío final que la hizo volar alto y lejos, se sentó en la ducha y sonriente dejó que el agua siguiera cayendo por su relajado cuerpo.

Satisfecha y entre risas pensó  <<y aún me falta pasarme la crema de enjuague>>.

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