El sonido de alarma de central nuclear se colaba en su
cabeza insistentemente, abrió los ojos dejando salir un suspiro descontento,
con los puños semi cerrados se refregó la vista y dio un giro en su cama
enrollándose involuntariamente con las sabanas y el edredón de plumas, sacó el
brazo derecho con un poco de esfuerzo, lo estiró hacia la mesa de luz y apagó
el teléfono móvil que denunciaba las seis de la mañana con el molesto sonido de
la alarma.
<<Que buen sonido que elegí>> pensó mientras
apagaba la alarma y fijaba su vista en el techo.
El viernes entraba en el calendario, el horario de invierno
condicionaba la salida del sol hasta entradas las siete de la mañana, una
ventana de frente a los pies de su cama ‘’queen size’’ casi distendida al
completo permanecía con las cortinas abiertas, su dormitorio enfrentaba el
parque Prado regalándole un ventanal del piso al techo con una vista
privilegiada del lugar, vivía en el único edificio de quince pisos que existía
en ese barrio, y si bien la majestuosa vista del entorno bendecía la elección
que había tomado años antes en el momento en que alquilaba el lugar, el frío
dominaba la habitación y le hacía recordar la prohibición que se había impuesto
al hecho de abrir las ventanas y respirar el renovado oxígeno que regalaba el
Prado por las mañanas. Su apartamento estaba en el piso doce y las ráfagas de
viento constantemente pedían entrada por las rendijas de las ventanas y puertas
con una furia propia de temporal. Ni bien se había mudado al apartamento aquel
verano años atrás, los furiosos silbidos eólicos de las brisas cálidas en las
noches de enero, alertaron su sentido de supervivencia al invierno y enseguida
pensó en convertir el lugar en hermético. Se había esmerado en llenar las
aberturas de burletes de polifon para mantener el sitio lo más aislado posible
de la temperatura exterior.
En su dormitorio, aún descansaba sobre su cama con las
sabanas cubriendo hasta su cuello, miró hacia la derecha y fijando la vista en
las puertas espejadas de su ropero, pensaba en la ropa que elegiría para el
final de la semana laboral mientras hacía un rápido repaso sobre los
movimientos a seguir antes de salir de su hogar. En un acto de valentía
encendió el televisor en un canal de noticias que acostumbraba a ver antes de
irse a trabajar, terminó de desenrollarse las sabanas y con su mano derecha
removió la ropa de cama dejando que el gélido ambiente se posara en sus piernas
desnudas. Se sentó al borde del somier y enseguida sintió el punzante dolor de
cabeza que llega después de una noche de alcohol barato, <<Ay! Que hijo
de puta!>>.
Recordó la marca del
whisky que había tomado la noche anterior, recordó que había tomado en
abundancia, aunque no pudo precisar la cantidad. Enseguida, en un acto reflejo se
incorporó al lado de su cama y como si aún la borrachera le durase se fue
zigzagueando de su dormitorio, tomó de camino una salida de baño que siempre
dejaba sobre la silla donde tiraba la ropa antes de irse a dormir, al llegar a
la puerta de su dormitorio, con las plantas de los pies heladas y la piel de
sus piernas erizadas del frío se calzó las pantuflas y siguió su camino hasta
el baño.
Abrió la puerta y encendió la luz, dio una rápida mirada a
su rostro en el espejo y sacudió la cabeza desaprobando su aspecto matinal,
giró sobre sus pies y quedó de frente a la ventana del baño, se tomó del marco
de madera y miró el anunciante día, comenzaba a ver el amanecer en un cielo de
nubes avainilladas que la saludaban con más amor del que ese día invernal
estaba dispuesto a ofrecer, pensó que era una hermosa imagen digna del verano,
se dejó llevar por la sensación de que el clima en el exterior de su casa era
agradable, cuando su rodilla tocó los azulejos blancos de la pared, cayó en la
realidad de que el invierno demoraría un par de meses más en abandonar el país.
Abrió la mampara de vidrio templado de la ducha a la derecha de la diminuta
ventana del baño y reguló las canillas para que la ducha comenzara a templarse,
cerró la mampara y comenzó a quitarse la poca ropa que llevaba puesta mientras
miraba su figura en un espejo de cuerpo entero que descansaba sobre una mesada
de mármol beige y a los costados tocaba el piso, <<los espejos son para
verse el cuerpo entero, a la mierda con los pequeños botiquines para lavarse
los dientes>> pensó. Cuando pudo ver el vapor salir por encima del
cubículo de vidrio, abrió la puerta y con la punta de los dedos de los pies
tanteó que el agua estuviera en la temperatura adecuada, confirmando la
agradable sensación de tibieza, se metió bajo la lluvia a dejar que el agua
caliente terminara de hacer el trabajo de recuperación que precisaba esa
mañana.
Su cuerpo comenzó a sentir el calor del agua bailando por su
piel, piel que hacía minutos permanecía sufriente del frío y con los pelos de
los brazos como los de un felino que se siente amenazado, ahora dejaba entrar
el temple del agua para volver a una temperatura corporal agradable. Mientras
pensaba e intentaba conectar los recuerdos de la noche que acababa de terminar
hacía apenas cuatro horas, lavaba sus dientes con vehemencia y enjuagaba su
boca con el agua de la ducha, pasó su lengua por los dientes y los sintió
esmaltados, tomó el jabón con crema y comenzó a frotar sus piernas suavemente,
sentía como los poros de su piel agradecían la suavidad de la barra de jabón y
la temperatura de agua, le gustaba tratarse bien bajo el agua, sentía como
podía concretar sus deseos más íntimos con la simpleza de un jabón recorriendo
su atlético cuerpo, el agua caliente barriendo las impurezas y el vapor del
baño que trabajaba para coronar un clima ideal que parecía despertar esa
mañana, todas sus fantasías.
Tomó el champú y apretó el pomo hasta que una cantidad
acorde a lo necesario llenó el hueco de la palma de su mano y comenzó a
frotarse su larga cabellera rubia, masajeó su cabeza con delicadeza y el cuero
cabelludo cosquilleaba como agradeciendo la suavidad con la que le trataba, la
espuma que se generaba en su cabeza caía y junto al rumor del agua, comenzaba a
formar un claro remolino en el desagüe, permanecía con los ojos cerrados para
evitar el ardor del producto, y encontró la oscuridad del momento ideal para
acentuar la particular excitación que estaba sintiendo esa mañana. Mientras
enjuagaba su cabeza, sus manos comenzaron a recorrer lentamente su cuerpo, se
quiso dejar llevar por las emociones que no había sentido la noche anterior y
ahora venían a cobrarle factura, fue bajando sus manos con suavidad por su
frente, sintió la suavidad de sus pómulos y mejillas, el mentón que se elevaba
al cielo y daba paso a un cuello que parecía querer estirarse más de lo
fisiológicamente posible, su imaginación estaba rompiendo cadenas, sus manos
bajaban por su pecho y como era de esperar, sintió sus senos firmes y
enardecidos, sus pezones duros y erectos, la tentación invadió sus pensamientos
y les dio un pequeño pellizco que acrecentó su notable excitación, usando sus
dedos como pinzas retorció simultáneamente ambos pezones y un gemido se escapó
con voz quebrada, supo que el camino esa mañana era solo de ida y se dejó
remontar vuelo. Con una mano cruzó el camino de su pecho tocando sus senos y
mantuvo sostenido uno de sus pezones, con el otro brazo bajó lentamente
recorriendo su plano abdomen que delataba la respiración acelerada, cada una de
las yemas de los dedos tocaba un punto débil en su panza, su excitación era tal
que cualquier caricia gentil hacía viajar su mente entre los diferentes hombres
con los que había mantenido relaciones y como buscando el ideal, aquel al que
le regalaría ese orgasmo matutino, dejó que su mente cambiara de foto tanto como
los altibajos que comenzaba a experimentar en la montaña rusa de su mente que
parecía no tener fin. Para cuando sus manos llegaron a su vagina, palpó la
suavidad de su piel, sus dientes mordían sus labios, gustó de la sensación, era
un premio a los años depilándose y la humedad del interior de su sexo se pegó
en la yema de sus dedos, que comenzaron a dibujar círculos con su clítoris, a
penetrarla con movimientos gentiles hasta que se sintió dilatada y
frenéticamente comenzó a mover sus dedos para darle paso al éxtasis, su cuerpo
entero funcionaba solo y cada pedido que hacía era satisfecho por sus hábiles
manos que no dejaban de moverse en zigzag sobre el ardiente clítoris, los
gemidos le eran incontrolables, deseaba la lujuria que sentía esa mañana, su
cuerpo estaba cobrándose la nefasta noche anterior, sus manos eran la
herramienta que convertían aquella fría mañana invernal en un volcán con lava
ardiente que recorría cada recoveco de su cuerpo, dejó que su equilibrio se
perdiera y apoyó el hombro contra el frío de los azulejos.
Por un segundo olvidó todo, el dinero derrochado, el dolor
de cabeza, el borracho imbécil con el que había salido la noche anterior, el
trabajo, las cuentas, todo.
Los parpados se cerraron para que sus ojos se fueran a
investigar el interior de sus pensamientos, un rayo de luz se encendió en su
imaginación, a pesar de la alta temperatura del baño su cuerpo tembló en un
sacudón, se erizó y dejó de erizarse, en cinco segundos una sonrisa se dibujaba
en su rostro, la punta de su lengua tocaba el labio superior y cuando volvía a
guardarse en su boca, sus dientes daban un pequeño mordisco de placer en su
labio inferior, sus ojos permanecían cerrados, ahora su mano, la misma que
segundos antes pellizcaba sus pezones, se tomaba la frente y una risa de placer
dominaba el ambiente, sintió un escalofrío final que la hizo volar alto y
lejos, se sentó en la ducha y sonriente dejó que el agua siguiera cayendo por
su relajado cuerpo.
Satisfecha y entre risas pensó <<y aún me falta pasarme la crema de
enjuague>>.
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