miércoles, 6 de noviembre de 2013

Códigos

Se bajó del ómnibus después de dos horas de viaje a unos trescientos metros de su casa, caminó por la avenida cargando y acomodando su portafolio en su hombro, acababa de terminar de llover, el clima estaba húmedo y algo de viento refrescaba el ambiente, la calle aun mojada, reflejaba las amarillentas farolas que alumbraban la avenida en constante movimiento de vehículos y personas.

Abrió el cierre del bolsillo exterior del portafolio y buscó su caja de cigarrillos, la encontró aplastada por la gran cantidad de cosas desordenadas que llevaba dentro y las dos horas de viaje apretándose contra el piso del ómnibus, debajo de su asiento. Venía con unas inmensas ganas de fumar, y a pesar de que estaba cerca de su casa quería a toda costa encender ese cigarrillo. Aprovechó para sacar también sus llaves, las tiró dentro del bolsillo de su campera y en un mismo movimiento golpeó la caja de cigarrillos contra la mano que ahora quedaba libre, sacó uno y lo puso en su boca. Buscó un encendedor por todos los sitios posibles, sin éxito. Maldijo en voz alta y miró el suelo frustrado mientras llegaba a la esquina y aguardaba para cruzar, <<no es más que esperar a llegar a casa y ahí lo prendo>> pensó.

Levantó su mirada y vio a una hermosa mujer con un cigarro encendido en la vereda de enfrente, la luz del semáforo aún estaba roja y siguió el camino de la muchacha con sus ojos, doblaba por la esquina hacia la bahía, y él tomaría el mismo camino, su casa estaba a cincuenta metros de la esquina también hacia el lado de la bahía, sonrió y pensó <<cruzo y le pido fuego, y si tiene onda…>> cambió sus pensamientos para cruzar la calle y en esos pocos segundos descubrir que decirle luego de pedirle fuego, aceleró el paso y llegó justo para cruzarse en su camino, con el cigarro en la boca le pidió fuego y ella pareció no escucharlo.
Se quedó parado un segundo sintiéndose torpe, <<hablé muy bajo, y encima miraba para otro lado>> pensó justificando la rudeza de la muchacha. Retomó su misión y levantando un poco más el volumen de su voz le dijo 

- Disculpas, ¿me das fuego?.

La respuesta fue la misma, la muchacha parecía indiferente al pedido, miró desde atrás si ella llevaba auriculares, pensando que por esa razón no le escuchaba. No vio nada extraño, sus orejas estaban libres de artefactos, entonces aceleró el paso y le gritó con cierto tono de molestia en su voz, 

- ¡¿tenés fuego?!. 

Nada.

Dio dos pasos largos y le tocó el hombro, la muchacha lo miró asustada, él se dio cuenta de la cara de susto, sonrió y le habló lo más dulce que pudo, aún con el cigarrillo en la boca.

- Te vengo hablando desde la esquina y no me escuchas, solo quería pedirte fuego, tranquila por favor, vivo en esa casa – mientras levantaba el brazo y la señalaba con su dedo índice, cerrando la frase con un - no voy a hacerte nada.

La muchacha sonrió y le hizo señas para que se quitara el cigarrillo de la boca, extrañado, levantó su ceja e hizo caso, la chica, también con su dedo índice generando un remolino a la altura de su boca quiso decirle algo, y el comprendió que debía repetir lo que recién había dicho, con cierto tono de impaciencia repitió

- Que te vengo hablando desde la esquina y no me das pelota, solo quería fuego, vivo en esa casa – volvió a señalarla - no voy a hacerte nada.

Ella, tomó una lapicera de su cartera, escribió en un papel que sacó de su bolsillo, y se lo entregó, a la vez que hacía señas con sus manos, él no necesitó leer <<No te escuché, soy sorda. Perdón!>>, para darse cuenta que efectivamente, era sorda, y concurría al club de sordomudos que estaba a cincuenta metros de su casa, también hacia el lado de la bahía.
Se miraron y rieron, no necesitaron hablarse para entenderse, no necesitaron escucharse para gustarse. Ella le dio otro papel, y él sonrió al leerlo, marcó en su celular el número y cuando el de ella vibró, volvió a reír y le dijo

 - Ahora también tienes mi número.

Caminaron los siguientes treinta metros en absoluto silencio, al llegar a la puerta de su casa, él le hizo señas para que aguardara unos instantes, ella le indicó que estaba apurada tocando con su dedo índice, la zona donde iría un reloj pulsera en su muñeca. Él pensó rápidamente, y en lugar de entrar a dejar su portafolio, le ofreció compañía al menos por otros cincuenta metros, ella aceptó gustosa. 
Caminaron los siguientes cincuenta metros en absoluto silencio, pero esta vez, ella antes de llegar se detuvo, se paró delante de él y le acarició la mejilla, volvió a escribir un papel y se lo dio. Antes de leerlo él le volvió a hablar

- Me haces cosquillas y me gustan, ¿quieres acompañarme al teatro?

Ella rió y con el dedo índice le señaló el papel , <<Nunca me había pasado esto, me gustaría salir contigo, pero debería ser algún sitio donde yo también pudiese disfrutar, así que nada de cine o discotecas, a propósito, me llamo Sofía>>. Volvió a reír, esta vez preso de la vergüenza, le había propuesto a una sorda, ir al teatro, y no había dicho su nombre. La miró a los ojos y comenzó a hablar, vio como los ojos de ella se desviaban hasta sus labios, y como los labios de ella, repetían en mímica, las palabras que él decía. 

- Perdón, es que tampoco me pasó nunca esto, vamos a donde quieras, me gustaría conocerte más, me llamo Nicolás.

Le tomó la mano y caminó hacia atrás, mirándole la cara y sonriendo, mientras a la vez, le iba soltando su mano, cosas que hacen las personas cuando se gustan, cuando comienzan a sentir esas vibraciones recorrerle el cuerpo, levantó la mano, le saludó tirándole un beso y se dio media vuelta para entrar en la Asociación de Sordomudos del Uruguay.

Él se dio también vuelta y volvió caminando a su casa, cantando.

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