domingo, 1 de septiembre de 2013

Carta a una Mamá

Querida Mamá,
Por medio de la presente me pongo en contacto con usted ante la imperiosa necesidad en la que me encuentro de comentarle algunos detalles que he venido observando sobre su hijo Nelson y su desempeño en el aula, tanto cognitivamente como en la relación con sus pares y demás maestros.

Determinado día que no recuerdo con exactitud, puesto que no soy muy buena con las fechas, Nelsiton concurrió a clase una hora tarde, y como explicación a su llegada tarde, nos brindó excusas que no se ajustan a su realidad fisiológica. Cuando la Maestra Directora y yo le preguntamos por la razón que había llevado a que concurriera tarde a clases, Nelsiton contestó : ‘’Es que tengo un problema sexual’’, ante dicha respuesta, y no poco sorprendidas, le negamos casi al unísono que fuese posible que tuviera un problema sexual en sus jóvenes diez años. No obstante, siguiéndole la corriente y buscando obtener una respuesta más sensata, le pedimos detalles del problema sexual, y nos respondió lisa y llanamente ‘’Se me caía un huevo levantarme temprano’’. Tuvimos que contener la risa ante tamaña ocurrencia, pero lo que supusimos fue, que había escuchado a algún adulto de su entorno decir algo similar, y como todo niño, repite lo que escucha.

Días más tarde, esta vez llegando en hora y puntual, lo vi hacer la fila con cierta tristeza reflejada en su rostro, supuse que sería algo que tuviera que ver con su “problema sexual” así que esperé que con el avanzar del día se le iría la cara de tristeza. La mañana avanzó pero Nelsiton continuaba con su “cara larga”, por lo tanto  cuando llegó el momento de entregar la tarea domiciliaria que les había pedido el día anterior, la cual no recuerdo con exactitud puesto que no soy muy buena recordando los deberes, tomé cartas en el asunto y cuando Nelson estuvo frente a mí en mi escritorio, viendo que aún mantenía un claro sentimiento de angustia en su rostro, y quizás hasta acrecentado, le pregunté por la razón de su tristeza y me contestó ‘’Me robaron, Maestra’’, inmediatamente me sentí shockeada e indignada. ¡Cómo es posible que a un escolar de diez años le vayan a robar y queden impunes! La sociedad está cada vez peor! Pensé. Le pregunté si estaba bien, si le habían hecho daño, me afirmó lo primero y negó lo segundo. Pero quise saber que objetos le habían robado, y su hijo muy rápidamente me contestó: ‘’Los deberes maestra, me robaron los deberes.’’. Debo decir que hasta ese día Nelson parecía un niño normal y corriente, pero me he dado cuenta que tiene un ingenio sin límites para poder sortear los obstáculos de la vida.

Pero yendo al grano, usted discúlpeme que me vaya por las ramas y le haya contado estos hechos de menor importancia, el gran asunto por la cual la llamo es que, desde el primer día se come los mocos a toda hora. Lo cual no es una práctica muy higiénica ni gustosa de ver, pero como al menos no los pega en los bancos de clase ni en las túnicas de sus compañeros –como otros niños que si lo hacen- una dice “vaya y pase, ya crecerá”. El asunto es que al caer el invierno es normal que todos los niños comiencen a contraer resfríos, enfermedades, etc. Y este invierno en particular todos sus compañeros fueron cayendo enfermos, excepto Nelsiton. Me sorprendió ver que mantuvo su record de cero faltas hasta la fecha y mucho más que no se enfermara, siendo un niño que se está escarbando la nariz constantemente, hasta pareciera que los mocos ofician como las ‘colaciones’ antes de la merienda en la hora del recreo.

Cierto día, que tampoco recuerdo la fecha, le fui a preguntar si se daba cuenta que se comía los mocos y lo poco higiénico que resultaba esa práctica, como también el espectáculo desagradable que brinda para todos quienes lo ven, y nuevamente me contestó ocurrentemente “Me los como por gusto, porque así no me enfermo, pero solo los duros maestra, no se preocupe”. Quedé anonadada con la declaración, jamás habría imaginado tal respuesta, por lo cual le pedí más explicaciones y me confirmó que “mi madre me dijo que me comiera los mocos duros así no me enfermaba, pero los blandos no”. Agradecí la sinceridad y le resté importancia al asunto tanto como pude, aunque se me planteó la interrogante y no se fue de mi cabeza hasta que pude obtener más información del asunto.

Así que al llegar a mi casa en la noche me puse a revisar en la internest por información sobre “los mocos duros”. Debo decir que Nelsiton tenía razón. Efectivamente, comerse los mocos ayuda a evitar contraer enfermedades.

Debo felicitarla por enseñarle a su hijo este tipo de prácticas tan saludables y conminarla a que continúe haciéndolo. Con el mismo ahínco debo agradecerle la rotura de esquemas que me generó, con el solo hecho de advertirle a su hijo que comerse los mocos le ayudaría a evitar enfermarse, y pude comprobarlo empíricamente al ver que todos sus compañeritos estuvieron enfermos en algún momento del invierno, excepto Nelsiton.

En los próximos días voy a brindar una charla informativa en la clase y para todos los niños donde espero poder hacerles entender la importancia de comerse los mocos. Espero, gracias a que fue quien me iluminó en este camino, que pueda acompañarnos y dar su punto de vista del asunto.

Espero que podamos conversar personalmente en la institución educativa, acompañadas de un té con scons de queso y panceta, los que he aprendido a preparar gracias a una receta de mí hermana y que son el deleite de los funcionarios de la institución.

Sin más para agregar, le saluda atentamente,

Maestra Esther Mópilas

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