Querida Mamá,
Por medio de la presente me pongo en contacto con usted ante
la imperiosa necesidad en la que me encuentro de comentarle algunos detalles
que he venido observando sobre su hijo Nelson y su desempeño en el aula, tanto
cognitivamente como en la relación con sus pares y demás maestros.
Determinado día que no recuerdo con exactitud, puesto que no
soy muy buena con las fechas, Nelsiton concurrió a clase una hora tarde, y como
explicación a su llegada tarde, nos brindó excusas que no se ajustan a su
realidad fisiológica. Cuando la Maestra Directora y yo le preguntamos por la
razón que había llevado a que concurriera tarde a clases, Nelsiton contestó :
‘’Es que tengo un problema sexual’’, ante dicha respuesta, y no poco
sorprendidas, le negamos casi al unísono que fuese posible que tuviera un
problema sexual en sus jóvenes diez años. No obstante, siguiéndole la corriente
y buscando obtener una respuesta más sensata, le pedimos detalles del problema
sexual, y nos respondió lisa y llanamente ‘’Se me caía un huevo levantarme
temprano’’. Tuvimos que contener la risa ante tamaña ocurrencia, pero lo que
supusimos fue, que había escuchado a algún adulto de su entorno decir algo
similar, y como todo niño, repite lo que escucha.
Días más tarde, esta vez llegando en hora y puntual, lo vi
hacer la fila con cierta tristeza reflejada en su rostro, supuse que sería algo
que tuviera que ver con su “problema sexual” así que esperé que con el avanzar
del día se le iría la cara de tristeza. La mañana avanzó pero Nelsiton
continuaba con su “cara larga”, por lo tanto cuando llegó el momento de entregar la tarea
domiciliaria que les había pedido el día anterior, la cual no recuerdo con
exactitud puesto que no soy muy buena recordando los deberes, tomé cartas en el
asunto y cuando Nelson estuvo frente a mí en mi escritorio, viendo que aún
mantenía un claro sentimiento de angustia en su rostro, y quizás hasta
acrecentado, le pregunté por la razón de su tristeza y me contestó ‘’Me
robaron, Maestra’’, inmediatamente me sentí shockeada e indignada. ¡Cómo es
posible que a un escolar de diez años le vayan a robar y queden impunes! La
sociedad está cada vez peor! Pensé. Le pregunté si estaba bien, si le habían
hecho daño, me afirmó lo primero y negó lo segundo. Pero quise saber que
objetos le habían robado, y su hijo muy rápidamente me contestó: ‘’Los deberes
maestra, me robaron los deberes.’’. Debo decir que hasta ese día Nelson parecía
un niño normal y corriente, pero me he dado cuenta que tiene un ingenio sin límites
para poder sortear los obstáculos de la vida.
Pero yendo al grano, usted discúlpeme que me vaya por las
ramas y le haya contado estos hechos de menor importancia, el gran asunto por
la cual la llamo es que, desde el primer día se come los mocos a toda hora. Lo
cual no es una práctica muy higiénica ni gustosa de ver, pero como al menos no
los pega en los bancos de clase ni en las túnicas de sus compañeros –como otros
niños que si lo hacen- una dice “vaya y pase, ya crecerá”. El asunto es que al
caer el invierno es normal que todos los niños comiencen a contraer resfríos,
enfermedades, etc. Y este invierno en particular todos sus compañeros fueron
cayendo enfermos, excepto Nelsiton. Me sorprendió ver que mantuvo su record de
cero faltas hasta la fecha y mucho más que no se enfermara, siendo un niño que
se está escarbando la nariz constantemente, hasta pareciera que los mocos ofician
como las ‘colaciones’ antes de la merienda en la hora del recreo.
Cierto día, que tampoco recuerdo la fecha, le fui a
preguntar si se daba cuenta que se comía los mocos y lo poco higiénico que
resultaba esa práctica, como también el espectáculo desagradable que brinda
para todos quienes lo ven, y nuevamente me contestó ocurrentemente “Me los como
por gusto, porque así no me enfermo, pero solo los duros maestra, no se
preocupe”. Quedé anonadada con la declaración, jamás habría imaginado tal
respuesta, por lo cual le pedí más explicaciones y me confirmó que “mi madre me
dijo que me comiera los mocos duros así no me enfermaba, pero los blandos no”.
Agradecí la sinceridad y le resté importancia al asunto tanto como pude, aunque
se me planteó la interrogante y no se fue de mi cabeza hasta que pude obtener
más información del asunto.
Así que al llegar a mi casa en la noche me puse a revisar en
la internest por información sobre “los mocos duros”. Debo decir que Nelsiton
tenía razón. Efectivamente, comerse los mocos ayuda a evitar contraer
enfermedades.
Debo felicitarla por enseñarle a su hijo este tipo de
prácticas tan saludables y conminarla a que continúe haciéndolo. Con el mismo ahínco
debo agradecerle la rotura de esquemas que me generó, con el solo hecho de
advertirle a su hijo que comerse los mocos le ayudaría a evitar enfermarse, y
pude comprobarlo empíricamente al ver que todos sus compañeritos estuvieron
enfermos en algún momento del invierno, excepto Nelsiton.
En los próximos días voy a brindar una charla informativa en
la clase y para todos los niños donde espero poder hacerles entender la
importancia de comerse los mocos. Espero, gracias a que fue quien me iluminó en
este camino, que pueda acompañarnos y dar su punto de vista del asunto.
Espero que podamos conversar personalmente en la institución
educativa, acompañadas de un té con scons de queso y panceta, los que he
aprendido a preparar gracias a una receta de mí hermana y que son el deleite de
los funcionarios de la institución.
Sin más para agregar, le saluda atentamente,
Maestra Esther Mópilas
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